Para todos

No creo que nadie ignore a estas fechas que Emilio ha muerto. He tardado en escribir estas  líneas porque el dolor me impedía acercarme aquí con serenidad. Me he decidido porque no puedo cauterizar este muñón del alma como las colillas en el cenicero de la soledad de la noche, ni dejar que este lugar, reino de las palabras, sea una fosa que duerma el sueño del silencio, que jamás del olvido, porque hasta hoy lo visitáis personas de 35 países del mundo. Sabed que hasta el último momento fue una prioridad para él la publicación de sus artículos y únicamente dejó de hacerlo el día anterior a su muerte. Era su compromiso con sus ideas y con vosotros, sus lectores. Disculpadme el retraso.

En la noche del día 3 de septiembre de 2012 un cáncer en la sangre venció, por fin, al cuerpo de Emilio García Wiedemann. Sobrevivió treinta y cinco meses al pronóstico de los médicos. Y tuve el privilegio de acompañarlo durante esa travesía y de asistir a una batalla sin piedad, sin cuartel, sin perdón, a cara de perro, a pecho descubierto, a corazón abierto, contra la muerte. Pocas veces encontraré  a alguien que sea capaz de demostrar tanto coraje, fuerza, entereza, determinación, valor y dignidad  como la que él demostró ante un final que sabía, mejor que nadie, irremediable. Y que, al mismo tiempo, supiera comportarse con tanta elegancia, tanto aplomo, tanto cariño y tanto afecto con quienes le rodeábamos. En contadas ocasiones le vi mostrar el dolor que sentía. Y lo ocultó no solo porque así nos evitaba su sufrimiento sino porque creía que la queja era la primera forma en que aparecería la derrota, el primer síntoma de la claudicación. Y él era un luchador de nacimiento. Aún hoy me sigue asombrando esta resistencia.

Pero no fue solo un privilegio, también fue una alegría, aunque parezca extraño en estas circunstancias. Compartimos  tardes en las que la risa brotaba como la lluvia en el cielo de abril, imparable. Noches en las que las confidencias fluían con la naturalidad de las horas. Días que fueron una fiesta de la que no estábamos dispuestos a que nos expulsaran antes de tiempo. Emilio exprimió la vida hasta que se le quedó seca en los labios, perpleja ante tanta amor en un beso sin fin, moribunda sin sabia. Cuando la rebelión de su sangre debilitó por fin aquel lazo, ni siquiera entonces dejó caer los brazos. Este púgil siguió de pié, con la guardia presta, viendo sobre la lona desaparecer la sombra de la cuenta atrás. Y así murió, erguido,  con una sonrisa que nos iluminó a todos.

No te diré, amigo, que descanses en paz porque sé que eso era lo último que pretendías.   No pediré, camarada, una oración por tu alma porque tú, que burlaste con una carcajada tu agonía, no mereces el triste consuelo de quienes sepultan la duda con un dogma. No te diré, compañero, que me esperes en la otra vida porque alguien que amó tanto esta no puede querer otra diferente, ni yo tampoco.

Por mi parte solo me atrevo a sugerir que si no queréis que este lugar sea un camposanto en el que las palabras solo evoquen un recuerdo, digáis alguna.

A todos, salud, fuerza y suerte. Y a los españoles, República.

Luis (El Ladrón de Bagdad)

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Robinsones

“Ring” “¿Quien era?” “Nadie”. “Claro, seguro que le has dicho, pase, D. Nadie. A veces tienes, la verdad, cosas de peón caminero. “Pues anda que tú”. “¿Alguien sería, no?” “Supongo, pero no ha dicho ni quién y, además, ha empezado a mascullar cosas ininteligibles”.

            La próxima vez que suene el teléfono lo cojo yo, digo. Poco o ningún pudor les sirve de nada. Suena con exactitud de reloj suizo. Con desparpajo monumental nos sueltan un ritual “buenas tardes”. Son las 15 h., calor, inenarrable. Todo bien aderezado con nuestro propio nombre, forma inequívoca de romper barreras: “¿qué, D. José Luis, qué se cuenta? Que yo sepa, jamás he comido con este señor como para que se tome tanta confianza en el trato. “Pues, mire usted, si le soy sincero, mucho calor, pero, sinceramente, no creo que eso le pueda interesar lo más mínimo. “Veamos, D. José Luis, ¿tiene usted ADSL?”. “¿Cómo dice?” “¿Que si tiene Internet en su casa?” “La verdad es que no le puedo contestar con seguridad, soy mayor y no sé de esas cosas”. “Pero, D. José Luis, no me diga que no sabe con quién tiene su cuenta de Internet. Yo le puedo ofrecer muy buenos servicios a unas tarifas verdaderamente interesantes”. “Mire, quizá lo mejor sea que llame cuando estén mis hijos, ellos sí saben de estas cosas”. “Bueno, D. José Luis, si no está usted interesado…”. “No es eso, ya le digo que carezco de los conocimientos esenciales, por eso, cuando se levanten mis hijos de la siesta, podrán hablar con usted, con todo conocimiento de causa”.

            Los hijos se desperezan y comparten el café, mientras su padre les cuenta lo sucedido. Esperan un poco y un poco más, hasta que parece demasiado. Hacia las 22 h. una nueva llamada del tenor anterior: explicación de que no están los hijos, que se trata de una hora a la que no se llama a las casas, a no ser que haya mucha confianza. Se deshace en perdones el sujeto.

            Al día siguiente, nueva llamada, mala fortuna para el llamador impertinente. Le cuenta al interlocutor toda la batería que ya le había contado a su padre. Armado de paciencia, le contesta el inquirido que le ruega que cualquier propuesta comercial que desee trasladarle la haga por correo postal con valor contractual. De paso, una invitación a hacerse “Robinsón”, pues, parece que la culpa es nuestra por negarnos a ser timados. ¡Qué mundo ladino y sorpresivo éste que nos mueve, donde siempre hay que prever el timo!

Ideal, Granada,

26 de agosto de 2012

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La lucha

            La dialéctica suele ser harto compleja. Por un lado, se sostiene que, en estos tiempos, es imprescindible poner el acento en los aspectos que mayores colisiones producen, dado que este tipo de manifestaciones son de las ejemplificaciones más palmarias de las distintas concepciones vitales. Por otro lado, junto con la enunciación anterior, se niega que, en realidad, haya motivos para que la lucha sea un efecto tan natural a la circunstancia como lo es la sombra al sol.
La ‘naturalidad’, entonces, parece lo menos natural, puesto que el antagonismo que nos muestra la naturaleza es lo más extendido que nos encontramos en ella. La diversidad nos rodea amorosamente, invitándonos a esa ceremonia en la que las danzas más ancestrales y rituales parecen querer reunirse amónicamente. Aunque podrían cuestionar otros la calidad citada y demandarse si deben responder a parámetros similares o de qué tenor.
Si traemos a un plano más corto estas mismas cuestiones, parecen, por un lado, darnos y, por otro, quitarnos la razón. La vida es lucha: evidencia palmaria de las muchas contradicciones entre impulso de vida e impulso de muerte, y los enfrentamientos letales, para alguno de los términos que se plantean, carecen de cualquier posibilidad de resolución lógica.
Sin embargo, sí convenimos en estar necesitados, por distintas razones, de que existan términos para los que la convención sea tan urgente como la necesidad que la ha producido la aparición de las mismas. Necesidad, pues de lucha para hallar la igualdad natural.

Ideal, Granada,

19 de agosto de 2012.

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Dolor

Dolor sí, pero de qué. Tan viejo es como el mundo. ¿Dolor de qué? El dolor genera miedo, ansiedad, dentro de  unos hechos que pueden contener un carácter paralizante y, por consiguiente, donde ya no cabe hablar de ‘pensar’. Son tiempos imposibles- De nada puede servir prepararse para ellos, pues nunca se cree estar verdaderamente preparado. Como decía el genial Lope de Vega: “No hay placer que no tenga por límites el dolor; que, con ser el día la cosa más hermosa y agradable, tiene por fin la noche”.

 En efecto, no es pensar. La segunda pregunta es ¿miedo a qué? Con ello, volveríamos a la primea parte de la cuestión, a la capacidad de sentir dolor y lo que ello lleva aparejado, de nuevo al miedo, al reconocimiento del dolor y a  su carácter paralizante. Sin duda por eso, ya, desde los tiempos más arcaicos, fue el dolor arma de poderosa y terrible de dominación.

El, después de su infinitos chascarrillos, “cachondo” como él solito, Ministro de Hacienda, Montoro, nos ha dicho, por activa y por pasiva, que los que vienen serán tiempos dolorosos. Vamos, que lo que hemos tenido hasta hora, fue un mero juego de niños, algo así como un aperitivo de aceitunas y patatas fritas, pero aperitivo, al fin y al cabo, sin mayor importancia ni alcance. ¡Hay que temer rostro!, aunque a estas alturas ya poco nos impide ver el bosque, a fuerza de sus miles de trampas.

Los parches, de morfina o del sustituto del que se trate lo que sea, tienen, psicológicamente, otros funcionamientos, reconocimientos del dolor y unas nuevas luchas contra el mismo, bajo distintos parámetros, aunque también, desde otras concepciones, producen una expectativa del dolor distinta, así como una consiguiente liberación paulatina de la sensación de la ausencia del dolor con preparados específicos y/o complementarios.

El dolor es una experiencia sensorial (objetiva), a la vez que emocional (subjetiva), generalmente desagradable, que pueden experimentar todos aquellos seres vivos que disponen de un sistema nervioso. Es una experiencia asociada a una determinada lesión, a una situación impresionante, a tantos aspectos que sería largo de enumerar aquí. Así es la casuística dolorosa por antonomasia, claro. Seguiremos en la brecha, contra el dolor, porque, saben, la vida es lucha y lo que nos queda es la victoria. Nos lo contaremos, seguro. Para eso está la ciencia y la buena voluntad de seguir beneficiando al ser humano.

Ideal, Granada,

12 de agosto de 2012.

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Espuma municipal

Días pasados, había una fotografía que no tenía desperdicio alguno para los amantes de la comunicación no verbal, en la que aparecía el Alcalde rociado de espuma indignada y, frente a los toques tan inmaculados como vaporosos e ingrávidos, la ya consabida conseja ‘pantojeril’ del «Dientes, dientes», con un intuido, por lo bajini, ‘que se jodan’, tan propio de estos lugartenientes del Poder.

De nuevo, la espuma amenaza con encaramarse a la disputa política, al ‘granatensis modo’, claro, y los mandamases toman el puesto de la oposición en un juego especular que parece tener como intención confundirlo todo, más si cabe. Mientras tanto, los vecinos de una urbanización promovida por el propio Ayuntamiento no han tenido más remedio que poner los hechos en conocimiento de la Fiscalía, pues, el ruido es insoportable. Las preguntas se adocenan, claro, ¿cómo es posible que el Ayuntamiento diera licencia de primera ocupación para unas viviendas que no tenían los mínimos exigibles? Ah ¿ que la cuestión es que necesitaban pastizara fresca con la que enjugar otros dispendios?. Vale. Pero, entonces, la nueva pregunta es ¿de dónde va a salir el pastizal que cueste indemnizar a los vecinos afectados? Ah ¿que ellos ya no piensan estar en esas cosas con lo que su responsabilidad se diluirá por completo?. Esa manera de proceder con desafecto descarado por el ciudadano, trasladándole a él lo que son las responsabilidades políticas, no puede durar ni un segundo más. Como tampoco puede durar la falta de asunción de responsabilidades, convirtiendo cualquier tema en un perverso ‘juego de la oca’ en el que se sacuden la culpa propia proyectándola en quien tengan más cerca o lejos, siempre que crean les pueda salpicar menos.

            El Alcalde no cayó en que, tal y como están las cosas, qué promotor se iba a poner a construir allí. Por la boca muere el pez, también el ‘espumoso’. No saben hacer urbanismo de otro modo, así nos ha ido, nos va y nos irá. La  sequía en cuanto a ideas ha trasladado, con mucho, sus Programas electorales. Sus pugnas navajeras por encumbrarse a lo más alto de la zafiedad, también parecen haberse cerrado, aunque, siempre en lo respectivo a este nivel, no se puede despreciar nunca lo relativo a las coyundas y más o menos extrañas parejas de cama. Recuerden, por ejemplo, el ‘nombramiento’ de Juan sin Libros como Secretario de Cultura y Patrimonio pepero. Para echarse a llorar o a reír. Así son: extrañas parejas, ahora en verano, bien fresquitas y con mucha espuma municipal.

Ideal, Granada,

5 de agosto de 2012.

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Inmorales

Hay sujetos que, tras parapetarse convenientemente en la ‘moral’, hacen en el defecto real de la misma, una suerte de defensa ‘numantina’ de lo que no puede ser explicable, de ningún otro modo. Lo justifican por lo ‘moral’, pero nosotros, los demás, pobres y disminuidos pecadores, sentimos la humillación de no haber alcanzado a ver la tan excelsa luz que los ilumina. ¡Lástima! Lo real, sin embargo, es el escándalo de seguir pretendiendo escribir la historia con pluma selectiva y deformadora que maltrata y pisotea los hechos. Y, con el mayor de los desparpajos, ante evidencias, todavía tienen el oprobioso cinismo de intentar presentar como meras ‘opiniones’ la exposición y denuncia de los hechos más terribles. ¡Qué quieren que les diga? Una mentira lo es por mucho que se repita. Cada vez aparecen más documentos desclasificados desvelando, por ejemplo, cuándo, cómo y dónde negoció el dictador Franco la compra a Mussolini (¿neutral?) de material bélico con el que triturar la voluntad de un pueblo.

Por todo eso y mucho más por desgracia, son ustedes unos verdaderos miserables. Este año, esconderse, el pasado fue la pretendida falta de rigor en la investigación, con la excusa de la conformidad o no con una placa. Todos los retrata de manera más que simbólica y los hace herederos directos de quienes niengan con la boca chica y homenajean  a boca llena. Su concepto de la ‘moral’ sólo puede compararse al de que está dispuesto a mirar para otro lado, siempre que la ‘verdad’ le sea incómoda, y se mantienen incólumes en su alergia inveterada a la verdad. En nuestras propias carnes, comprobamos de lo que son capaces.

Esta inmoralidad rampante, aparte de servir para generar el cabreo profundo de los mejor intencioinados, tiene un tufazo pestilente destinado a provocar situaciones que hagan olvidar todas las  ‘maravillas’ que nos tenían preparadas. «Mientras la gente hable de esto, pues se olvidan de lo otro». Ecuación tan simple como torticera, que les terminará explotando en las manos a estos inmorales por muchos golpes de pecho que se den, beatificaciones y zarandajas varias.

Por seguir dejándonos en la mayor de las incertidumbres, aparece el que se supone que tenía rostro humano y nos ha dejado una ‘perla’ que se estudiará en las Facultades. Las voces profesionales son cada vez más contundentes.

Sr. Gaallardón, he tenido la desgracia de ver a padres y abuelos desesperados ente la contemplación de unas criaturitas que ya carecían lugar en que pincharles la medicación y mantenerlos. Un llanto inconsolable.

Enfréntese a la verdad, ¡inmoral!

Ideal, Granada,

29 de julio de 2012.

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veInmorales

Hay sujetos que, tras parapetarse convenientemente en la ‘moral’, hacen en el defecto real de la misma, una suerte de defensa ‘numantina’ de lo que no puede ser explicable, de ningún otro modo. Lo justifican por lo ‘moral’, pero nosotros, los demás, pobres y disminuidos pecadores, sentimos la humillación de no haber alcanzado a ver la tan excelsa luz que los ilumina. ¡Lástima! Lo real, sin embargo, es el escándalo de seguir pretendiendo escribir la historia con pluma selectiva y deformadora que maltrata y pisotea los hechos. Y, con el mayor de los desparpajos, ante evidencias, todavía tienen el oprobioso cinismo de intentar presentar como meras ‘opiniones’ la exposición y denuncia de los hechos más terribles. ¡Qué quieren que les diga? Una mentira lo es por mucho que se repita. Cada vez aparecen más documentos desclasificados desvelando, por ejemplo, cuándo, cómo y dónde negoció el dictador Franco la compra a Mussolini (¿neutral?) de material bélico con el que triturar la voluntad de un pueblo.

 

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Formidables

Seguramente, los amantes de radio menos jóvenes recordarán con nitidez meridiana a Alberto Oliveras, la voz sensata, sensible, solidaria, siempre dispuesta a acordar el diapasón vital con las expectativas de los oyentes, en la mayoría de los casos, incrédulos de poder tener un papel activo e incluso  preponderante en el proceso y desarrollo mismo del programa. Manejaba Alberto Oliveras, como pocas veces después he podido observar, el ‘tempo’ finísimo de los silencios, medido con primoroso decoro. Ciertamente, el de otro tiempo y, quizá precisamente por eso, con una sapiencia y bonhomía dignas de ser mencionadas. La ilusión hecha ondas, por donde escaparse en un tiempo asfixiante, mientras la madrugada se inundaba de sintonía con los primeros compases de la “Sinfonía del Nuevo Mundo”, opus 95 de Antonín Dvořák, y la voz inconfundible que, entre el reconocimiento agradecido y el reto nocturno, dejaba ‘enganchado’ en la memoria: «Ustedes son formidables».

Más de formidables: El jueves pasado, hubo una nueva manifestación. Por desgracia, los diletantes cantamañanas del Gobierno no hacen más que darnos motivos para expresar nuestro malestar, cada día más profundo y creciente. Entre 20 y 30.000 manifestantes, según las fuentes, en los que el buen hacer de los profesionales, vituperados hasta la náusea por los menos que mediocres sujetos que nos llevan a la deriva, han hecho hacer valer sus voces plagadas de derecho, colmadas de la rabia e indignación, que  les voy a ejemplificar con uno de los muchos casos que pueblan nuestra geografía, pero que, puede ser sintomático de lo poco baladí que es la cuestión.

Por razones que no vienen al caso, hace algunos años que tengo un conocimiento bastante profundo de algunos servicios de nuestro excelente Sistema de Salud. Me refiero al área de Hematología que, por sus especiales características, agrupa distintos servicios, aunque su funcionamiento sea el de un reloj suizo. Me resultaría muy fácil nombrarlos a cada uno de ellos; sé sus nombres, al igual que ellos saben el mío. Tal vez piensen que se trata de una nadería, pero no lo es en absoluto. Porque sus profesionales llevan la preocupación por cada uno de sus enfermos a sus casas y he visto cómo algunos han tenido que tragar saliva para comunicar algunos diagnósticos . Esos ‘vagos’, a los que se les baja el sueldo, a la vez que se les sube la jornada laboral y las responsabilidades, se baten el cobre todos los días con la cara más amarga de la vida, son, sencillamente, ¡Formidables!

Mientras, los políticos, siguen con la ‘prima’ desbocada.

 

 

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Los chuches

La jornada de reflexión, que dio paso a las últimas elecciones generales, tuvo un ‘espectáculo’ para mí veredaderamente ‘sorprendente’. Esperaba la cola para poder comprar pan de centeno que le gusta a mi peque, mientras una Sra. de esas que portan un chandal que parece haber crecido con ellas hasta lo imposible, dando muestras de lo que lo que estira la piel y la ropa, le soltó a la panadera «¡Niña!, ¿has visto la prima de riesgo?» Mis ojos como platos siguieron el discurso de la panadera «¿Ves? Por eso hay que votarlos mañana». Les confieso mi perplejidad por muchas razones, entre otras por el funcionamiento de la propaganda política. Las escaladas posteriores de la prima de riesgo deben tenerles al fresco a la del chandal y a la panadera, conseguido su objetivo primordial.
Sin embargo, apenas ocho meses después, tuvo la oportunidad el ‘sabidor’ de retratarse tal cual es, es decir, un ‘mindundi’ que se  desdijo, como parece ser su costumbre de faltar a la verdad, de sus promesas electorales y, cual cobarde, se escondió tras las supuestas exigencias internacionales para eludir su responsabilidad manifiesta. Su declaración de ineptitud muestra a las claras de quién estamos hablando: “Los españoles no podemos elegir si hacemos o no sacrificios. No tenemos esa libertad”, llegó a decir. Una certificación de ese calibre sólo puede proferirse el segundo anterior a la dimisión irrevocable. Si, ni siquiera es capaz de hacerse responsable de las políticas de su Gabinete, ¿para qué rirve?
No contento con la ‘hazaña’, llama a la movilización nacional que escasas fechas antes negaba. Una nueva cortina de miedo tras la que esconder esa su valentía cada vez más invisible.
Seguramente, recordarán aquella puesta en escena de ópera bufa: “Le va a subir el IVA a este niño que venía aquí. Los chuches, los chuches, los chuches. Va a subir el IVA de los chuches también. A todos los españoles.” O su no menos sobreactuado: “Es un sablazo de mal gobernante a los ciudadanos que ya están pagando muy duramente la crisis”. Serían los vaopres etílicos, ya saben, exaltación de la amistad, de su conocido “Viva el vino!”
Rajoy no tiene empacho en recurrir al patriotismo para pedir apoyo al histórico tijeretazo. No encuentro mayor cinismo en la historia reciente de nuestro país. Pero vamos, que tanto que se jactan de patriotas, comiencen por devolver lo defraudado, lo robado a manos llenas y, después, si quieren, les ponen un impuesto especial a las pulseritas con las banderas. Se ríen ustedes del personal. ¡Cuidadín! Quién sabe si a alguien le da por sacar guillotinas de paseo.

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Podas y talas

Hace apenas cuatro días me desayunaba con este titular a toda página en nuestro periódico: “Rajoy ultima una drástica poda del sector público para ahorrar 80.000 millones”. La verdad es que no deja de causar cierta impresión lo de considerarnos arbolillos, ¿o, acaso, cucañas?, a los que tenemos que ganarnos el pan con el sudor que nos produce el sector público, Sin embargo, a tenor de lo que, en su día, dijo el hora preboste monclovita a propósito de las confidencias que le hacía su primo sobre el cambio climático, es para echarse a temblar. Ni, a estas harturas,  el preboste en cuestión de la mayor de las naderías y fiascos de todo tipo, ni sus ‘sagaces’ consejeros, al parecer contados por cientos y con cargo al peculio general, ese que no parece generar déficit, repararon  ni un segundo, burricie manda, claro, en la muy sabia conclusión de Machado: “Dijo el árbol: teme al hacha,  palo clavado en el suelo:  contigo la poda es tala.”

Es la misma técnica que vienen utilizando, desde que accedieron al Poder: escaldarnos progresivamente en una cacerola con agua ‘in crescendo’ recalentada,   hasta que nuestros músculos ya no son capaces de reaccionar. De manera que pueden, podemos, darnos por ‘talados’. La poda, cuando es sensata y bien pensada para sanear el árbol al que se pretende hacer más fuerte, se cuida con mimo hasta el extremo, muy conscientes de las bondades que reportará una intervención del género. Nada más alejado de la tala, que tiene por único objeto quitar de en medio algo que se entiende tan gravoso como inútil.

La Organización de Consumidores y Usuarios, poco sospechosa de radicalismos, nos ofrecía datos inquietantes, según los cuales, nuestra ciudad suspende en calidad de vida; el estudio es de noviembre, de manera que se pueden imaginar lo que se ha podido deteriorar desde entonces acá. Una poda-tala más a los empleados públicos y el consumo se contraerá a límites que ni los más viejos del lugar recordarán.

Mientras, el ”Estado de la Ciudad”, otro oxímoron nefasto de los munícipes, sacan pecho de yo no sé qué, la verdad: la ciudad patas arriba y el coro de plañideras culpa a tirios y troyanos de su nefasta gestión. Eso sí, catavinos ‘tradicionales’ al pecho, y medallas con que adornar que no falten. ¡Populacheros que son! Ya que no gestionan, juegan a ser oposición: ¡lo nunca visto! Pero, ya se sabe, todo lo de esta guisa es posible en  Granada. De proyectos, nada, claro, ¿para qué? ¡Vaya tropa!

Ideal, Granada,

8 de julio de 2012.

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